martes, 24 de agosto de 2010

LA MENTE PUEDE ENGAÑAR AL ESTOMAGO

La clave definitiva para perder peso podría estar en manipular nuestras suposiciones sobre cuánto nos saciará la comida que nos disponemos a consumir.

Una investigación realizada por el Dr. Jeff Brunstrom, experto en Comportamiento Nutricional del Departamento de Psicología Experimental de la Universidad de Bristol, y su equipo, han demostrado que los participantes en los experimentos del estudio estaban más satisfechos durante períodos más largos de tiempo, después de consumir distintas cantidades de comida, cuando eran inducidos a creer que los tamaños de las porciones eran más grandes de lo que realmente eran.

Los recuerdos sobre cuán satisfactorias fueron las comidas anteriores también desempeñaron un papel en la cantidad de tiempo que permanecía sin hambre cada persona. Todos estos resultados sugieren que los recuerdos y el aprendizaje desempeñan un papel importante en el control de nuestro apetito.

En el primer experimento, a los participantes les mostraron los ingredientes de un batido de fruta. A una mitad se les mostró una porción pequeña de fruta, y a la otra mitad se les mostró una porción grande. Entonces se les pidió que evaluaran la "saciedad esperada" del batido y que proporcionaran evaluaciones antes y tres horas después de consumirlo. Los participantes a quienes se les mostró la porción grande de fruta informaron de una sensación de saciedad significativamente mayor, aunque a todos los participantes se les dio la misma cantidad de fruta.

En un segundo experimento, los investigadores manipularon la cantidad de sopa real y la cantidad percibida que las personas pensaron que habían consumido. Usando un cuenco de sopa conectado a una bomba oculta bajo el cuenco, sin su conocimiento, la cantidad de sopa era aumentada o disminuida mientras los participantes comían. Tres horas después de la comida, la cantidad de sopa percibida (recordada) en el cuenco, y no la cantidad real de sopa consumida, predecía los niveles de hambre y de sensación de saciedad posteriores al convite.

La conclusión a la que han llegado los autores del estudio es que el grado en que la comida puede saciar el hambre no está determinado tan sólo por las dimensiones físicas de la ración, su contenido de energía y otros factores comúnmente tenidos en cuenta. También está influenciado por la experiencia anterior con un alimento o ración del mismo, lo que afecta a nuestras suposiciones y expectativas sobre la saciedad. Esto tiene un efecto inmediato en el tamaño de las porciones que seleccionamos y un efecto en el hambre que experimentamos después de comer.

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